Por: Pedro José Lozada
Pocas cosas tan extrañas de la realidad cotidiana como estar algo a la vista de todo el mundo y esconder lo más importante de lo que muestra. La vida orgánica terrestre, la llamada “naturaleza” es experta en estas paradojas. Podemos observarlas en una serie de procesos visibles en la vida de cualquier especie, particularmente en el reino de lo animal. Son manifestaciones claves de la cadena viviente mostrando su dinámica evolutiva en proyectos cuyo resultado físico –relativamente acabado– es un ente vivo único y particular; una hebra más de la trama destinada a tejer el futuro. No obstante es bastante común y normal, un proceso más en la vida del planeta que sin importar el reino donde se ubicase: Mineral, vegetal o animal, ofrece valiosas respuestas respecto a la evolución de la vida, tarea casi obligada a toda especie viviente y sin término a la vista.
Intentemos ilustrar algunas aristas que revelen la indetenible marcha de la vida en búsqueda de nuevos panoramas de expresión y manifestación; alternativas colmadas de micro variantes diferenciadas, enmarcadas en matices creativos de conducta por insatisfacción, frustración o negaciones circunstanciales o imprevistas. Micro variantes que en el correr de los años (muchos algunas veces, otras menos) convierten una uña en garra, una escama en pluma, acortan un pico…o lo alargan; pintan unas rayas más en la piel de una especie etc y dependiendo en qué lugar de la escala se encuentren, pueden ser el eslabón de transición de un orden a otro, de una familia a una especie nueva, o de un reino a otro, casos de los que conocemos decenas de ejemplos, veamos algunos.
El Coral es un buen ejemplo. Qué es el coral… Es mineral, vegetal …animal. Es sin duda una transición. Es muy mineral y al mismo tiempo intenta ser algo distinto; acaso un vegetal, reino viviente hacia el que marca tendencia marcada, pero podría dirigirse a lo animal, cual lo desea una Actinia, casi un vegetal completo, pero se dirige también al otro reino, pues come y digiere tomando presas del entorno. Es acaso una planta caníbal o un proto-animal.?
Son claros ejemplos de especies-eslabones, modelos en etapa de transición. Hay otros ejemplos en diversos órdenes. Un caso clásico es el Celacanto, especie única del orden de los crisopterigios que se creía extinguido hace por lo menos 200 millones de años (algo como la semana pasada…) Este pez es sin duda una transición clave entre los peces y los anfibios y como su caso habrá muchas especies en transición hacia otras formas, o en procura de una mejor especialización debido a cambios en su hábitat, disminución de recursos alimentarios, catástrofes naturales transformando un ambiente y quien sabe cuántas causas más, hasta las que pudiesen parecernos insignificantes, sirven de asidero o palanca que impulsa una variante de conducta, intentar un nuevo tipo de sustento, migrar a otros parajes, desprenderse de una parte o forma de pelaje, especializar a extremos alguna facultad en ciernes o ya establecida. En fin, el dinamismo vital no cesa de manifestarse en intrincada madeja de posibilidades expansivas, de crecimiento y variabilidad en la realización de la vida orgánica del planeta.
Hay hitos establecidos y delimitados gracias a miles de estudios, experimentos, observaciones y comprobaciones prácticas realizadas por investigadores de todas las épocas. Entre tantos descubrimientos existen de diversos grados de interés por su significado para comprender las leyes que rigen la formación de la vida y sus escalas de organización, desarrollo y evolución. Ejemplar fue encontrar que en el ascenso y complejidad de la evolución ningún elemento previo de asentamiento o base de trabajo de un cuerpo orgánico, sin importar el reino vivo al que pertenezca, desaparece o se esfuma en los cambios evolutivos. Cada etapa, escalón o forma de organización superada, se integra siempre al nuevo plano vital alcanzado, regularmente como substrato de un componente o como un factor más en la fase inicial de un proceso.
Otro aspecto a considerar son los saltos cualitativos que hacen de piedras basales en la casi infinita cadena viviente. Pertenecen al grado de lo absoluto. Su aparición determina saltos dimensionales irreversibles para avanzar a nuevas vías de expresión y manifestación. Un ejemplo esclarecedor es la aparición de los circuitos circulatorios. Recolectan insumos alimenticios que elaboran o recomponen los nutrientes necesarios a distribuir por todo el cuerpo orgánico y sostener el hálito vital. Se trata de la red circulatoria cuya aparición surge en el reino vegetal. Es el más importante sostén de las unidades de un cuerpo viviente y así pasa al reino animal donde se sub-divide en dos sistemas básicos y se especializa formando los distintos sub-circuitos de circulación linfática y sanguínea.
Otro ejemplo significativo se da al aparecer los peces, integrando a la vida orgánica un elemento de seguridad y solidez a la estructura: El esqueleto, cuya importancia se incrementa brindando protección especial mediante la caja craneana a la primera unidad de control central de la vida orgánica animal: El cerebro.
La prodigalidad de la vida y el constante experimentar de la naturaleza con el desarrollo y evolución de sus formas se observa en centenares de ejemplos, algunos más acabados que otros pero siempre expresando cambios, variantes, diferencias que al paso del tiempo generan nuevas habilidades, adaptaciones, subtipos y alguna o varias culminaciones diferenciadas al grado de constituir nuevas especies. Estos procesos pudieran parecer de orden y carácter mecánico. Algunas fases resultarán de una cadena repetitiva de pasos y “pruebas” en otra especie o en un sub-tipo cercano debido a una necesidad operativa similar o análoga. Sin embargo hay evidencia de modalidades de acción o de cambios constitutivos que expresan intencionalidad. Casos típicos vemos en familias de especies depredadoras, como hienas, felinos o perros salvajes. Se organizan socialmente en manadas encabezadas siempre por una hembra. Mantienen un orden jerárquico rígido donde cada miembro del grupo tiene un lugar que hace respetar a dentelladas, enviones corporales de fuerza o hasta batallas si el atrevimiento de alguno lo exige.
Al nacer las crías, uno o dos en felinos (por excepción tres); cinco, seis o siete en hienas y perros salvajes, solo hay cachorros. Ser leones, tigres, hienas o perros salvajes no es algo automático y tampoco en propiedad “una vía instintiva”. Convertirse en un depredador adulto es labor de trabajo y aprendizaje que toma años a la madre y sus colaboradores, miembros de la manada, incluso con muestras de ensayo-error, tal como se deduce y lo advierten observaciones y estudiosos de la vida salvaje y la conducta animal ayudados por rastreadores electrónicos y sensibles cámaras automáticas e infrarrojas ocultas o muy bien camufladas.
Se sabe que en los monos: Chimpances, orangutanes, gibones y gorilas, el proceso de “aprender a ser” dura años, hasta seis o siete en los gorilas.
Los últimos estudios de la conducta animal llevados a cabo en parques nacionales de países africanos y en zoológicos modernos para la conservación de especies en peligro de extinción en instituciones como orfanatos para rinocerontes o para elefantes; como también las conclusiones obtenidas al observar el comportamiento de mamíferos marinos (ballenas, orcas, delfines) y muchas otras investigaciones previas en torno a la conducta animal, como los del Dr Konrad Lorenz, Etólogo suizo Premio Nobel de Medicina/1973, permiten dilucidar por analogía pero con gran claridad, la vieja discusión de si “la condición humana es innata, o se hace”.
Veamos en detalle cómo se alcanza ese último escalón evolutivo del que somos expresión, Sobre una base animal de sustratos vegetales alimentado de corrientes minerales, se asienta un ser vivo producto de un proceso en cascada de varios millones de años, durante los que se apropia –uno por vez— de un grupo de elementos categoriales que domina operativamente y le confieren una condición que es un salto cualitativo a la dimensión “humana” después de cuatro etapas muy bien diferenciadas, a saber:
- El bipedismo erguido
- La capacidad de pensar por analogías abstractas
- La autoconciencia de ser y estar
- El lenguaje articulado
Las cuatro características logradas, otorgan la condición de humanidad pero no en término absolutos per se. Explico, nace la forma, producto del componente genético del ADN, pero la dimensión humana debe ser afirmada y corroborada, misión a cargo del entorno y de la educación. Aquí vienen las complicaciones con la apertura a la subjetividad de apreciación. Tratándose del entorno son dos ramas principales (la geografía, lo social) como en los sub-ramales y variantes propios de cada uno –isla, costa, selva; sabana, llanuras o praderas; etc— y en lo social: cosmopolitismo, ciudades de mediano tamaño (en superficie o población) comarcas semi-aisladas; etc., y las múltiples combinaciones de circunstancias.
El aporte educacional es el de mayor peso e incidencia. En primer término se da la simbiosis vital intrauterina, que aún pasiva por limitaciones de sensibilidad y formación, se afianza por naturaleza. El nacimiento refuerza el primer lazo emocional y da lugar a la fuerte presencia del instinto maternal como entorno educacional de privilegio en la sumatoria sinérgica que termina por conformar la obra humana, cuyo subtexto de realización, poco comprendido: Es transitar el camino que partiendo del origen animal conduce la dimensión humana hasta el umbral de lo divino, (Teilhard du Chardin).
Los tres componentes básicos del proyecto humano, ya establecido como especie son:
- El programa genético impreso en el ADN, expresando la forma
- La solicitud ambiental en sus variantes de geografía y sociedad; un componente que hasta inicios de la era industrial remitía solo a naturaleza y familia. Desde entonces se agrega la influencia externa que en la actualidad alcanza niveles de cuidado.
- La educación en sus cuatro formas de uso y aplicación: Imitación, Instrucción, Tutoria y Escolaridad.
La conjunción de estos componentes dan lugar a un proyecto: En los animales, el cachorro; en los seres humanos el bebé.
Puede parecer extraño, increíble. Una conclusión bizarra por excelencia. No obstante las apariencias es una gran verdad acerca de la real condición humana, cuyas características básicas ya citadas conformaron el proceso de estructurar un ser diferente inaugurando una nueva dimensión vital. Hagamos un seguimiento analítico del proceso para explicar cómo se dan las diferentes etapas y que generan en el tiempo, advirtiendo que si bien es una reflexión propia con base en información y estudios corroborados, tiene una carga de subjetividad en la interpretación de las causas y eventualmente de las consecuencias derivadas de los hechos, la continuidad e interrelación de los eventos en la incidencia de fases del desarrollo homínido o la precesión de algún salto cualitativo respecto de un avance o alguna interrelación especial con un ambiente, o la solicitud de necesidades por satisfacer, etc.
La Antropología ha determinado en forma indiscutible la existencia en el larguísimo proceso ensayo-error, pruebas, frustraciones y eventos fallidos que pululan en la naturaleza, en su procura de la vida orgánica consciente, de saltos estructurales o dimensionales de particular significación: Verbi-gracia la aparición de los trylobites en la era azoica, primeras expresiones de vida pluricelular en el largo proceso evolutivo. Pueden citarse otros hitos; tal la aparición del esqueleto con los peces, la conquista de la tierra con los anfibios; el primer ensayo de bipedismo realizado en las aves y en este mismo orden animal el enriquecimiento orgánico de la vida con la sangre caliente. Ejemplos suficientes para evidenciar la búsqueda de caminos hacia la vida auto-consciente, rumbo por el que se llega a una etapa crucial. En el orden de los mamíferos aparecen los lemúridos; grupo animal con visión central, anclaje de una evolución que entre los doce (12) y catorce (14) millones de años alcanza a una rama de primates superiores de la que surge un grupo de pre-homínidos perfectamente bípedos, de caminar erguido. Se ignora qué necesidad determinó la búsqueda de la posición erecta que resultó en el bipedismo. No obstante entre las muchas discusiones al respecto, las necesidades de una capacidad reproductiva más eficaz, tanto en circunstancia de tiempo como economía de recursos y energía vital (cientos de miles de óvulos en los peces, unos pocos cc3 de semen en mamíferos superiores) inclinan a un grupo de antropólogos encabezados por Owen Lovejoy hacia el sexo como determinante que conduce al caminar erguido. Lovejoy es un experto en locomoción y explica en un prolijo y detallado análisis las desventajas del andar bípedo, pero no por que rechace su importancia como factor de peso en la evolución hacia la dimensión humana. Lo que cuestiona es la argumentación y motivos que la antropología en general intenta asentar como la ruta que alcanza la posición erguida. (Ver “El Primer Antepasado del Hombre”—Cuarta parte ¿Por qué Lucy caminaba erguida?–Cap 16– ¿Es cuestión de sexo? — Donald Johanson y Maytland Edey. Planeta. 347 pp)
Evidencias concluyentes fueron encontradas en yacimientos fósiles del Rift africano; territorios de Kenia, Etiopía y Eritrea. Todos los estudiosos de esos fósiles concuerdan en afirmar que el bipedismo de estos pre-homínidos es perfecto en comparación con el actual, muy comprometido funcionalmente por razones estructurales derivadas de las necesidades a satisfacer en el transcurso del tiempo. Aquellos ejemplares tenían un cerebro no mayor de 350 cms3 de masa. A medida que el proceso evolutivo ganó en neuronas y el cerebro fue creciendo necesito una pelvis más grande. Quizás los primeros estadios de crecimiento poco o nada afectaron la eficiencia bípeda pero al necesitar más capacidad pélvica cada transformación que aumentó el volumen cerebral, elevó el compromiso mecánico de la motricidad y debilitó la pelvis. Las paredes del hueso coxal se adelgazaron una y otra vez. El manguito del fémur acortó su tamaño, el acetábulo se redujo para alojar una cabeza femoral más pequeña. El resultado de sumar recortes, reducciones y adelgazamientos fue un aumento del tamaño pelviano para alojar cerebros promedio de 1200 cms3 a costa de un coxal más débil en su estructura, un compromiso mecánico más exigente y menor efectividad motriz.
Hoy a distancia de cuatro millones de años, encontramos homínidos con un foregma magnun que coloca el cráneo en ángulo recto respecto a la columna vertebral e impide que la cabeza pendule y en consecuencia de la posición erecta y el auto transporte bípedo, se libera de buena parte de tareas a las extremidades superiores. Libres de ayudar a transportar el cuerpo, qué sucede a éstas extremidades, ociosas a partir de entonces…La naturaleza no acepta el ocio dado el trabajo perenne por realizar, crear vida. Si una transformación libera un órgano o parte de él, la sección liberada o el conjunto, asumen un nuevo quehacer o se atrofian y desaparecen. En este caso se trata de reentrenar y hacer multifuncionales a dos “palancas” impulsoras del cuerpo usadas también para tomar objetos y los frutos para alimentarse. Serán convertidas en las más extraordinarias herramientas jamás creadas.
La creación de las manos es un punto de inflexión trascendente en la evolución rumbo a la condición humana. Conformar un instrumento de tanto valor y significado trae aparejado un grupo de beneficios colaterales y disparadores de reacciones internas abonando una proto-sique en formación que en unos pocos millones de años enriquecen las redes neuronales, dadas la necesidad de atención y concentración obligadas de toda labor manual, además de cuidado y prolijidad, lo que remite en el virgen cerebro homínido a nuevas conexiones neuronales y distintas variedades de enlaces en la medida que la tarea en realización exige diferentes posiciones, agarres de mayor presión un instante y algo menos después. La fijación de atención y el cuidado laboral se mecanizan alguna vez al llegar al dominio total de las operaciones en curso. Recordemos que son inicios, probablemente no se ha llegado a la sedentarización pero habrán aparecido los primeros indicios en conjunción con los cambios estacionales. Son lapsos en los que fabricar los primeros cuchillos de silex y aparejar las pieles de abrigo se automatizan. Dominadas las tareas de estas rutinas de sobrevivencia, se mecanizan algunos pasos de obligatoria continuidad repetitiva y en ese estado interior como de ligero suspenso, aparecen los primeros relámpagos de pensamiento. Algunas solicitudes anímicas elementales comienzan a bullir en los vírgenes cerebros. El enriquecimiento interno no se detiene, antes por el contrario se acelera la evolución de una proto-sique que paso a paso en decenios y centenares de milenios, culminará con la elaboración de las primeras analogías abstractas.
Es de considerar además otros dos puntos importantes en la evolución cerebral. La necesidad de trabajar en equipo para labores de caza. Seguro que más de una vez cazaron en solitario pero los riesgos y complicaciones del acecho obligaron a trabajar en grupos. Un segundo elemento de gran peso aparece en juego. La primera invención, recordando que ni la rueda es invento y menos el fuego. Ambos están en la naturaleza, si bien se debe apuntar un buen sentido de observación en desarrollo para fabricar las primeras ruedas y en cuanto al fuego el aporte de los ancestros no es más que el control del mismo.
Esta primera invención es una herramienta simple, muy simple. Jamás ha existido alguna más sencilla ni invención más perfecta. Hoy cuando ya el hombre ha salido al espacio exterior, puso pie en la luna y estudia a fondo la posible colonización de mundos fuera del sistema solar, esta herramienta se mantiene idéntica al prototipo logrado la primera vez, no sabemos cuántos cientos de miles de años atrás. Tampoco existe una forma expedita para medir el significado que ha tenido en el progreso y desarrollo de las civilizaciones y culturas del pasado, igual en las actuales y a buen seguro en muchas de las que vendrán. Es una simple espiga de cualquier material a la mano –probablemente hueso o madera— con una punta aguda y una cabeza agujereada: Es la sencilla AGUJA. Creo que sobrarán datos y toneladas de información para escribir un tratado enciclopédico sobre la más simple herramienta jamás inventada… y la más perfecta.
Ese ser en formación, homínido perfectamente bípedo, de alta eficiencia motriz en sus desplazamientos, ya controla el fuego, ha iniciado los primeros intentos de sedentarización, usa con habilidad sus manos, fabrica herramientas según las necesidades de sustento y supervivencia y dispone un cerebro mayor que el de Lucy1 –su famosa predecesora de 3.500.000 años, descubierta el 30/11/974 en el Hadar/Etiopia por Donald Johanson y Tim White– y es de suponer igual volumen encefálico en los miembros de la llamada “primera familia”, grupo de fósiles descubiertos en campañas posteriores inmediatas en la misma zona del Hadar. Vale recordar que en el Rift africano, una veintena y algo más después de la prima Lucy se descubre otro fósil (Ardi) datado +/- setecientos mil años más antiguo e igualmente bípedo.
Por otra parte, quizás en la etapa evolutiva de homus erectus, debe haber sobrevivido a graves eventos catastróficos, además de los riesgos de convivencia próxima con fieras y depredadores. Llegó a estar al borde de la extinción, evento límite del que no tuvo conciencia, aunque luchó desesperadamente por no sucumbir junto al menguado grupo de su pequeño clan.
Minuciosos estudios recientes comprobaron cómo la vida en camino a la dimensión humana se albergó en un reducido grupo de ejemplares, al punto de encontrar que la humanidad actual (siete mil millones, seiscientos mil y un buen pico de garza que andamos pateando el globo) y varios cientos de miles más cuando Ud., termine de leer este artículo, SOMOS HIJOS DE DIECIOCHO (18) EVAS, según la conclusión de un amplísimo estudio del ADN, realizado a objeto de estudiar las bases genéticas de la humanidad actual.
La moderna Antropología trabaja de manera sistémica. La exploración y estudio de los yacimientos se realiza con equipos multidisciplinarios en los que trabajan especialistas de diversas ramas científicas. Los últimos descubrimientos fósiles han sacado a la luz diversos tipos de homínidos con características diferenciales sobre las que no hay acuerdo si se trata de diversas ramas evolutivas o estadios diferentes de un proceso al que faltan eslabones que le darían coherencia a la cadena. Así al descubrir un nuevo fósil casi siempre debe ubicarse en un marco clasificatorio distinto a lo existente y complica la comprensión de los diversos rangos en que se desarrolla la evolución que da origen al ser humano.
En un breve período de tiempo —si se compara con las eras geológicas— estos seres primitivos se han distanciado largo trecho de los primates de los que evolucionaron. Es evidente que no son humanos y en un marco sin definición, más bien confuso, comienzan a encontrarse internamente en situaciones desconocidas e inquietantes hasta concientizar un grado de individuación que les dice algo. No alcanzan a comprender del todo una especie de murmullo o voz interna que les inquieta y desazona. Ignoramos cuanto tiempo luchan, se enfrentan e intentan seducir a sus fantasmas internos. Se saben diferentes, su empatía con la naturaleza que les rodea ha cambiado sensiblemente. Sienten y observan haber captado un sentido distinto de su ser. Topan de pronto con el transcurrir y en ese rio de cosas y eventos que pasan continuamente, descubren el tiempo y la permanencia. Los soles cambian al ritmo de un paisaje por igual durante unas pocas lunas y de pronto se transforma otra vez pero él permanece igual aunque dentro de sí, bullen impulsos desconocidos. Desea con una fuerza de la que no disponía en lunas pasadas resolver la inquietud que le acosa. El interior de su pecho se expande, salta y grita al mismo tiempo con euforia de fiera satisfecha, mostrando un YOOOOoo naciente, reconociendo y aceptando una nueva identidad que intuye ha sido construida con buena parte de su propio esfuerzo y unos últimos golpes sobre sus piedras internas, que agradece sin saber a quién, con frenética danza.
Ha nacido Adán, el primer hombre, una flecha al infinito.
A partir del primer humano sobre la faz de la tierra existe un ser distinto a todo ente viviente anterior. Es consciente de la vida que bulle en su interior, puede decidir, elegir, equivocarse y corregir, reemprender…Sabrá qué hacer con sus facultades y potencialidades?
Dependerán los resultados y logros de su camino vital de una serie de factores que incidirán en su destino. Algunos serán favorables y los habrá de carácter negativo, pero sin importar cuál sea el balance entre las sumas y restas de su vida, el resultado final (la corona del mago o los fardos del mendigo) será producto de su perseverancia, tenacidad, voluntad y ambición más el cultivo de su inteligencia y dones naturales mediante la educación recibida agregada a la que él mismo se procure.
Aquí volvemos al problema de si la condición humana es un don natural, o una construcción forjada por el ambiente y la educación del bebe. En las primeras etapas de civilización que se inicia en propiedad con el sedentarismo, se ve más nítido que el proceso de aprendizaje sólo lo conduce la madre, complementado (tal vez no siempre) por un consanguíneo ancestro o contemporáneo miembro de la familia al principio y después algún integrante del clan o de la tribu. Es una época primigenia y el tejido social es simple, escaso e incluso débil. La atención y cuidado del bebé con las consabidas maneras y guías de comportamiento y conducta están supeditadas a la breve intimidad familiar más el variable influjo de lo natural, el paisaje que los alberga. Es una etapa difícil de situar con precisión. Los tiempos de los diferentes enclaves primitivos varían demasiado, pero en todo caso siempre sucederá que el tejido social crecerá y al engrosar se hará cada vez menos elemental y cerrado. La interrelación de grupos, tribus y clanes introduce un nivel de complejidad que actúa en dos vías. Por una parte se enriquece el tejido social al tiempo que erosiona un tanto la intimidad familiar, lo que deja una marcada impronta en las formas de conducirse los grupos humanos, situación que no dejará de lado la crianza de los niños y menos cuando se inicia la aparición de entes extraños a la familia integrados al cuidado y formación del pequeño ser; las ayas y cuidadoras, y más tarde los tutores y maestros.
En los días actuales el cuerpo social comprende altos grados de heterogénea complejidad al punto de aparecer entes totalmente extraños, virtuales sustitutos de la madre, como la cuidadora, el tutor y con la tecnología algunos entes invisibles de gran poder de influencia: Los medios electrónicos. Ésta acusada progresión del enriquecimiento social es tal vez responsable de la sorprendente habilidad y conocimientos de que hacen gala con facilidad sorprenderte las generaciones emergentes. Se incorporan a la educación del infante decenas o más de maestros gratuitos por el torrente de medios electrónicos que pululan en las sociedades actuales, cada uno buscando a diestra y siniestra aumentar su rating e influencia en la audiencia, a costa de una banalización galopante de los contenidos pero donde siempre hay información fresca para los vírgenes cerebros infantiles sin poder crítico alguno, más bien sustituido por la avidez y curiosidad propia de la niñez.
Hoy hay más claridad en torno al problema. Una actualidad cada vez más nutrida de agentes externos en los diversos rangos de la formación educacional y el conocimiento de la existencia de los niños ferales deciden a favor de la educación como la responsable de crear la condición humana en la forma obtenida del programa genético.
Esta es la actualidad, camino de una homogeneidad de bajos raseros pensantes que intenta imponerse a troche y moche, pese a los esfuerzos de tradicionalistas y conservadores pulsando alarmas rojas y advertencias sobre los riesgos de una “religión” única del vivir la trivialidad del instante y al demonio los ilusos, soñadores y utopistas:
“El muerto al hoyo y el vivo al rollo con todo y pollo”.
Y el futuro qué…
–Chamo sacúdete, déjate d’eso. Es pa’mañana y entuavía no ha llega’o, o-key Chao pescaó!!! (sic)