Isaura Duarte
Caracas. Venezuela
CINCO POEMAS DEL LIBRO, BAJO EL CAMISÓN SONREÍA UNA MOSCA
Es poeta, actriz, artista visual y gestora cultural. Trabaja la performance y la video-poesía. Isaura forma parte de la antología poética: «Por amor al arte» de la Asociación de Escritores Hispanos AEHISP y obtuvo mención honorífica del II Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil. Forma parte de la antología poética en homenaje a la poetisa española, Pilar Paz Pasamar (Andalucía-España). Autora del Año 2021 por la misma casa editorial, como una de sus nuevas voces poéticas contemporáneas.
Ovillo Dorado.
Se me gastó la voz,
se me cayeron los párpados
desde sus altas torres
de pupilas cristalinas.
Vi tu clavícula mojada pasar
por el río rojo.
Se me hirió la niebla,
la cara hinchada balbuceando
en la rodilla izquierda
del recuerdo,
el pelo seco de tanta soledad.
Ando olisqueando cual reptil
el saco que dejaste colgado
de ese horrendo perchero
Lleno / de peras / deformes
Sus bolsillos parecían
payasos obesos
a punto de estallar por
las paredes.
La abeja bajó de su panal,
un derramamiento de miel
sobre la fuente seca del jardín
hundió mis pies en un líquido
flotante y pegostoso.
Me volví un ovillo dorado,
comencé a tejerme
entre las piernas
de la tierra dura,
las hormigas me lamian,
las abejas volvían a cubrirme,
devolviéndome
al útero acuático de la muerte.
Cabalgata Nocturna.
A Eva Blanco, acuoso viento de entrañas…
A ti: Mujer de Aguadillas Enamoradas.
«Mi bóveda de carne quemándose
en la nada sospechosa de una flor»
Construyo mi muerte debajo de esta carne
en donde no existo.
Soy lejanía, placer, polvo, fatiga…
Supresión y ruptura de un espíritu
tendido en la perpetuidad.
La tensión corpórea es hollada
por flujos en las células de mi sangre
reflujo de tierra y roca negra.
Manos de mi madre
–simbología perfecta–
Libertad cristalina
Opio, cocaína y heroína
de mi Ser niño.
Humos tiemblan y chocan
contra el pensamiento
de un mundo postrado
Náusea y furia
agujereando mi lengua
convulsionada de bostezos.
Gérmenes los hombres
que endurecen el absoluto
de un firmamento azul
devorando mis ojos cabríos.
Veo correr caballos testimoniales
compasivos
desconfigurando mis angustias
en su galopar perfecto.
Franqueza de mi vida
que me veo turbia
y me desnuda la renuncia
de una cabalgata nocturna.
C o n e x i o n e s.
Minutos portátiles, rígidos,
escandalizados,
curtidos de arterias y plomo.
Recluidos bajo el suelo
de los montículos regresivos,
del resto de la toalla diseccionada
en el ataúd del baño de huéspedes,
donde se apiña el rasguño de la luz
que ya no se lava la cara.
Mi cuerpo rojo.
La llaga.
La acústica de la noche reposada.
El cromático recuerdo.
Espasmo.
El crimen de la flauta.
El último aviso de salida roído
en un ticket donde mis manos
arrojaron el adiós a su existencia.
Esta ciudad que se ha ido al borde
de unos ojos cartesianos,
de un cuerpo que se ha quitado el pecho
porque no le late y su mirada se acumula
en el vacío amansando el fuego vivo.
Enigma taciturno,
de nuevo llegas
con mi olor de tierra sacra anclada
a tu lenguaje mítico,
a tu voz inadvertida de hombre herido
tras la pared de otras que no
atravesaron tus puertas.
Tus ojos.
Tus arenas.
Tus tiempos distintos
arrojados al tacto de la savia.
Mientras me ves
mientras me veo
en este enlace acrílico
donde habitan las tecnologías
y el verbo amar se ocupa del
derrumbarse ante la caricia
que penetra la distancia entre
Alma y Alma.
Y el silencio atardece
en las aceras que camino
con la sed de un nómada
que esquiva fronteras.
Con el sonido del borrador
de una máquina que ya no escribe
y se ahonda el olor a tinta que
ahora está completamente seca.
Y jalo el gatillo.
Y arranco las cintas y me veo
manchada de amarillos y verdes,
de voces lejanas que se escurren
y dibujan un nuevo rostro.
Y quedo tendida.
Absorta.
Penetrada.
Callada.
Callada en esta nada.
Pensamientos Parapléjicos.
Estás dentro.
Estás fuera.
Como un molusco.
Eyaculas una vez más en su boca.
Estás en otro lugar
donde el tiempo está perdido.
Los dedos de ambas manos
sobre la mesa,
otro sorbo de café, pálida sonrisa.
La descarga de un rayo.
[La recopilación del silencio
al parecer lo sabe todo,
yo debo confundirme en el paisaje,
un pequeño tren de vagones hundidos]
La voz escurridiza que engatusa la razón,
el cenicero consumiéndose,
ese gruñido entre los labios,
un sofocante olor a lluvia
abreviando la entrada,
envolviendo los testículos,
tapándose el sexo…
No vaya a ser un pequeño Edipo
el hálito
que exhala la habitación.
La obtusa opinión pintando
una expresión meditabunda
como si estuviera leyendo
un sueño parapléjico,
una tonalidad lechosa,
un artículo necrológico
mientras
se va acabando la caja de Marlboro
y los libros arden en los tablones de pino,
dignos de mención;
como los sacos de la carne y los huesos,
el paradero de un hijo,
el mejillón en el plato,
el padre de carácter agresivo,
el periódico y la sección de los desplazados,
(anonimatos de un semen duro y seco).
La puerta de entrada abierta.
La puerta de salida abierta.
Poco peso cuando la hipótesis
quiere
acostarse contigo, más allá…
No se acuerda de nada
en esa distorsión temporal,
te envolvió cálidamente desde
su líquido amniótico
aún estando dentro de ti
agitando
un temblor en los párpados.
–¿Cómo murió?
–Respiró hondo.
–¿Cómo murió?
–No fueron mis dedos, reposaban juntos en la mesa.
–¿Cómo murió?
–En su punto de partida.
–¿Dónde?
–¿Por qué tengo que confesártelo?
–¡Para no matarte!
Señala la misma silla de ayer.
Recuerdo un cuerpo inclinado ante el alféizar, repasando los botones de una blusa derramada en café, alguien corría haciendo sonar silbatos, Chéjov escribió El Oso, ¿de quién era La Señorita Julia? ¿Has leído dramaturgia? ¿Sí crees que existe la escritura, la vida, la fe, las cavilaciones, el orden simple, la manzana medio podrida? ¿Soy yo… una persona? ¿Una capilla sintoísta? ¿La sustancia? ¿El cerebro del viento? ¿Existo cien mil metros bajo tierra? ¿Existo?
–Supongo que no lo habrás visto, has sido inundada por la riada con las manos entre tu vello púbico, cálido y húmedo, el sauce lamía tus pezones, el campo visual de tu conciencia se amplificaba, tu lengua se olvidaba de tu nombre, los rumores se expandían en tu mente, las voces altas tendían tus hombros hacia adelante, fuiste ojeando las páginas del mostrador, cada una de ellas era una fotografía de cabellos canos mirándose las manos perplejas, teñidas de blanco, con una etiqueta y una apertura por detrás.
Eras un yeso muerto sobre un piano verde vertical. Pronto llegará la tarde, los goterones de agua sobre el cristal, la vuelta de la llave en la cerradura, el volumen apagándose en el pulso de las teclas, el súbito recuerdo del beige de los botones de aquella niña a la que le derramaron el café, la fijeza del largo clavo en la pared donde ha desaparecido la marca de nuestro retrato…
La puerta de salida cerrada.
La puerta de entrada cerrada.
Todo permanece igual…
Silencio, inagotable enigma.
“De todo lo que no existe
solo el pasado es verdad…
Fantasmas cuya maldita virtud
es reaparecer y borrarlo todo
en un instante”.
Javier Guzmán.
Azulosa frente
[serpentino cadáver del silencio]La medianoche sorbiendo la luz.
Pupilas,
vertiendo aquellas sombras
vírgenes en tus adyacencias.
Y ese afán de
un destino entelerido.
Inmortalidad de los huesos:
Anhelo el atajo
del inagotable enigma.
Hereje ruge, vida
el rumiar
de los tumultos.
La poesía
prosigue a solas su largo dolor
de linajes difusos en
esta subterránea lumbre
de verbos.
Tolvas alimañas danzan
sobre los rastros
de un rostro con hambre.
Y a un lado el seguir.
Y a un lado el estar.
Y a un lado el prorrogarme
cantando el coro
de un himno [infantil]
que se resiste al
DISFRAZ.
Llamamiento:
Prosigo sin periferias
en calles
proféticas.
Multitud
de hilos
rotos
remando el
derrumbe
para dejar
[escrita]la orfandad
del no sabernos.
Revolver
una bandada
de pájaros
y empuñar aguas
en los suburbios
del vuelo.
Exiliarse al mortero
que ennegrece
el tiempo pasante
en esta antigua
cobija de lluvias.
He de irme de los días…
Al reposo de mi viejo jardín,
vacuo y modesto.
Al silencio que corre suave
y que sin fin he sido…
[Siendo esto y nada]Ese jardín,
enterrado en mis párpados
donde pinto la memoria
de los dioses desposeídos.
Esa víspera que me abre
a la mixtura…
Sobrevuelan los signos
recordando el lenguaje de
las gaviotas que frasean
el canto de un culto hecho
metástasis
[Abriendo mis puertas].
El punto inmóvil del silencio
que enviuda la voz.
<<Luz negra:
Sirves
callada
tus últimas
palabras>>.
Éter.
A ti…
Indagante siempre
en mis memorias
de Niebla y Arcilla.
De viento piedra y pájaro,
blanco árbol de ceniza.
Años cincelando
la voz oblicua / aguas.
Piel sobre piel / giramos ciegos.
Grano fértil desierto / amaneces
sin vendas no más vendas
solo la brisa y lo que somos
rompiendo cántaros / labios
rojiza bohemia / velas /
Te leo en el espacio que me menciona,
añil pecado
ocre infierno,
tus manos / filos arenosos,
suicidio abrupto
de un ritmo epicúrio
arrancando una ferocidad
[sin cuerpo]–q u e r i e n d o e n s i l e n c i o–
EL CANTO DE LAS AVES
Absorto nocturno eres:
Éter.
Escarpelo gris, sorbo de mi sangre
Champagne lluvioso entre mis dedos.
–Me tomas–
Tácita vinculación que no muere,
subir / bajar / soltar /
Atajarte y liberar,
verte abierto
desbocado epitafio.
Hojas secas / deslizándose
en tu rostro abstracto
[Contraluz y sombras]|E R E S|
|I N M E D I B L E|
|P U N Z A N T E|
Mirada adentrada de nieblas
Tú
silencias.